LA NAHUALA QUEMADA

¿Cuántas veces hemos escuchado historias sobre Nahuales? 
Son tan variadas como personas existen, sin embargo, siempre hay constantes en ellas, como que son personas que se convierten en animales y que si al estar así los agredes, las marcas les quedarán en su forma humana. Incluso alguna vez escuché que si al verlos volando le pones una daga en vertical por donde pasa cae muerto… “dicen”. 
Aquí les dejo una historia de la comunidad de Pacho Viejo, Coatepec, Veracruz.


LA NAHUALA QUEMADA


Cada vez que Carmela iba lavar ropa ajena al rio dejaba a su hija Leticia en casa para que hiciera la comida. Antes de irse, le indicaba:

-Hija, te dejo los frijoles en la lumbre; les apuras para que cuando yo retorne estén listos.

Pero cuando regresaba se encontraba con que los frijoles no estaban cocidos aún y al interrogar a la chamaca, ésta le contestaba que no podía acercarse al brasero porque se le aparecía una espantosa culebra tan grande y gordota que le producía harto miedo.

La lavandera no creía en su hija y le reclamaba:

-¡Es que eres floja! ¡Cómo es posible que no atices la lumbre para que se cozan los frijoles!

-¡Ay mamá!, es que cuanto tú te vas yo intento arrimarme al brasero y sale el animal que no me deja ni agarrar tizones.

-¡Pues no es verdad! ¡Es tu pereza lo que te hace ver visiones! Tienes que enseñarte a guisar, entiende que yo vuelvo cansada de lavar y con bastante hambre y, para colmo, no encuentro nada que comer. ¡Mira nomás, chamaquita floja! Yo no te voy a vivir siempre, así que aprende a guisar. ¿Oíste?

-Pero es que mami…

Y así pasaron dos semanas en que Leticia no podía ni acercarse a la fogata por temor al reptil que, apenas sentía su presencia, salía de su guarida y le enseñaba la lengua al tiempo que despedía una sustancia babosa y amarillusca; pero lo peor de todo era cuando su mamá retornaba porque, al no hallar ni frijoles, la arrastraba de los cabellos y la regañaba feo.

Por otro lado, en el pueblo vivía una señora egoísta, ambiciosa y envidiosa que era comadre de Carmela, pero sentía coraje ver progresar a los demás cuando ella no tenía ni frijoles ni salsa para comer debido a que pasaba los días durmiendo en la hamaca y haciéndole mal a la gente.

Pero, volviendo a lo de la lavandera, un día, cansada de la misma situación, agarró su bandeja de ropa y fingió irse al rio dejando una olla con agua caliente en la lumbre. Cuando comprendió que había hervido lo suficiente, entró en la cocina, donde realmente pudo comprobar que Leticia no mentía, porque bajo el fogón estaba la culebrísima asustando a la niña que lloraba y temblaba inconsoladamente.
Carmela, indignada, agarró la olla de agua hirviente y la arrojó a la víbora, la cual se retorcía y se retorcía de dolor.

A la mañana siguiente, cuando la mamá de la niña se encontraba lavando en el río se enteró de algo muy extraño: su comadre estaba grave porque se había quemado.

-¿Cómo voy a creer que le haya ocurrido eso a mi comadre?, ¿pues cómo se quemó?

-Pues se quemó la cabeza. Dicen que le cayó agua hirviendo en la cabeza y el cabello se le cae por montones con todo y cuero.

-¿Y cuándo pasó eso?

-Mira, Carmela, yo la vi anoche y me contó que se quemó por la mañana.

-¡Uy, qué raro! A mí se me hace que…

Carmela se quedó en suspenso, mas pronto imaginó que la culebra que asustaba a Leticia era su comadre pues ya antes, convertida en otros animales, había espantado a mucha gente, pero nadie le había dado su merecido como ella.

Fuente: Antiguas escenas del Pacho Viejo que no conocimos: narraciones populares, M. Moraima Marín Ronzón.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.